Uno
de los primeros libros que me engulló y que, por consiguiente, engullí luego yo
fue La isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson. Como ya sabéis, hace poco
leí Las ciudades y los escritores de Fernando Savater y uno de sus capítulos
iba dedicado precisamente al escocés y en él, Fernando engrandecía por encima
de todas sus obras El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, por lo que
automáticamente entró en mi lista de libros pendientes.
Y
me lo compré en una edición de bolsillo, bolsillo de verdad, pues no creo que
ni a los cinco centímetros de longitud llegue y su grosor es escaso. En 106
páginas de historia, el lector concluye en una hipótesis primordial: la idea
del Dr. Jekyll no es tan descabellada, pues en todo el mundo, y más hoy en día,
hay una dualidad moral grande.
Ya
Fernando Savater definió a Stevenson como el narrador de narradores, como un
hombre nacido para contar historias con una maestría indudable. Tras leer el
libro descubrí que su hipótesis estaba en lo cierto, pues de La isla del Tesoro
apenas me acordaba ya.
Quizás
lo primero que me sorprendió es que el Dr. Jekyll es el protagonista de una
obra que no cuenta él ni un ser omnisciente, sino un narrador testigo, que
participa incluso en la acción, pero que apenas importa en la historia.
Realmente el contenido de esta novela está en el capítulo final, en el que el
doctor confiesa todo lo que le llevó a realizar aquel experimento y los
problemas que le trajo todo.
Quizás
no sea una novela de las catalogadas alta literatura porque no incluye una
profunda reflexión filosófica, ni su vocabulario es artístico, pero si en
habiendo sido publicada por primera vez en 1886 ha llegado viva y aún con
lectores dispuestos a tener un ejemplar, es sin duda porque es una historia
digna de considerar histórica.
Personalmente,
recomiendo El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis
Stevenson, a las personas que gustan de la literatura de aventuras, policíaca
incluso, y que quieren dar un paso más en su enriquecimiento como lectores. Corta,
fácil de leer y con giros que harán que os la queráis leer de una sentada. Y se
puede, os lo digo yo.
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