lunes, 14 de enero de 2019

Sino.



«Siente cómo el aire
entra en tus pulmones y sale
rozando tus labios.»
No es para nada fácil.


«Estás delante de una puerta
¿de qué color es?
¿de qué material está hecha?
¿qué tamaño tiene?»
Verde, de madera maciza,
es grande, enorme, tiene grabados,
parece de una mezquita.

«Ahora siente una llave,
está en tu bolsillo derecho.
Es pequeña». No lo es.
«Es ligera». No lo es.
Me cuesta levantarla,
llevarla hasta la cerradura.
«Se abre la puerta, ¿qué ves?»
Allí estabas tú. «Ahora intenta
leer el mensaje. Esto es un ejercicio
para dar un cambio a tu vida.»

Hola, sé que no hemos hablado
en toda nuestra vida, pero hay
algo que quiero que sepas:
te echo de menos desde antes
incluso de verte por vez primera.

Sí, claro, sé que no es recíproco,
tan solo necesitaba que lo supieras.
Has sido muy amable, por favor
no cierres de un portazo.

Es lunes y al abrir los ojos,
la puerta está cerrada,
lo sé porque no la veo;
tampoco siento la llave.
La oscuridad me acompaña,
como siempre, ruidosa,
eléctrica, y siempre lo hará,
sin que lo haya decidido yo.

«Poco a poco volvemos a la realidad.»
Y ahí está: mi sino, que 
haga lo que haga, no cambia.



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