miércoles, 4 de noviembre de 2015

Madame Bovary

Madame Bovary es una de las mejores novelas escritas no solo en el siglo XIX, sino en la historia de la literatura. Es por esto que todos los eruditos del tema la recomiendan con fervor, considerándola casi básica en la biblioteca de cualquiera que se considere lector. O eso afirma Vargas Llosa: «Entre el puñado de libros extraordinarios del siglo XIX que han enriquecido el género de la novela como nunca antes ni después, figura, en un lugar principalísimo, Madame Bovary
El mismo Vargas Llosa escribe el prólogo de esta edición de la editorial Siruela que llegó a mis manos el pasado verano y que, por hache o por be, aún no había leído. Hasta ahora, y eso que, en dos semanas, la vida de Enma Bovary se ha convertido en una prioridad en la mía. Ya en el primer párrafo, un lector de mayor o menor nivel puede ver, sin dificultades, que Flaubert escribió una obra de arte al alcance de muy pocos. En este primer párrafo, se presenta a un narrador que es compañero de clase de Charles Bovary y que, pese a no volver a aparecer durante el resto de la obra de forma física, asume el rol de narrador de una forma impecable, con una personalidad típica de los más grandes contadores de historias.
Enma, criada por su padre, el señor Rouault, sueña con una vida de lujos y aventuras típica de las novelas románticas que gusta de leer, pero su esposo, Charles, es un médico aburrido que no se entusiasma con ninguna idea preconcebida. Punto clave de la historia es el baile en casa del marqués de Vaubyessard, donde experimenta de primera mano esa vida de la élite social que anhela con tanto ímpetu. La vuelta a casa y, con ello, a su realidad, hace que Enma caiga enferma y que Charles decida que lo mejor es cambiar de aires, llevándose consigo a su esposa hasta Yonville-l’Abbaye. Enma concibe a su pequeña hija y conoce a León, joven pasante del que cae enamorada pero cuyo amor es imposible a todas luces, concluyendo con la marcha del muchacho a París para seguir con sus estudios. Y entonces aparece Rodolphe, que se convierte en el primer amante de Enma Bovary. Me gusta parar aquí a destacar el brillante capítulo de la feria de Yonville, en la cual Rodolphe y Enma comienzan sus conversaciones y el caballeroso hombre muestra sin tapujos sus sentimientos a la dama.
Ya no cuento más, que sería espoiler y sé que a la mayoría no os gusta. El amor, la lujuria y el deseo de volar de una jaula tan pequeña como es un pueblo, hacen que Enma tome decisiones no del todo acertadas y que, sin querer, dañe a un esposo que la ama aunque no pueda cumplir todas sus expectativas. La locura se apodera de la joven que ya no busca otra cosa que huir del matrimonio y esto la lleva a cometer actos deleznables para una dama de su posición y su época. Sus deudas con el señor Lhereux para cumplir con los deseos de Rodolphe primero y de León después la llevan a la ruina, tanto económica como social y, para finalizar con todo, Enma toma el camino cobarde y se quita la vida tomando veneno de la farmacia del señor Homais.
Sí, os he contado el final, pero es que tenía que hacerlo. La maestría de Flaubert hace que lo que podría ser una novela normal de una adúltera normal se convirtiera en una obra al alcance de muy pocos escritores. Además, el francés consigue que cualquier tipo de público disfrute de su libro: tanto apasionados de las novelas románticas hasta los amantes de la alta literatura.
Con unos personajes memorables, con un estilo desenfadado y compresor, Gustave se coronó con Madame Bovary. «Para muchos, Madame Bovary inaugura la novela moderna y sienta las bases de la gran revolución narrativa que protagonizarían años más tarde un Marcel Proust, un James Joyce, una Virginia Woolf, un Franz Kafka y un Thomas Mann.», dice Vargas Llosa en el precioso prólogo que dedica a esta edición de la novela.
Y ahora me toca a mí deciros si deberíais leer esta novela o no. Si os gustan las novelas románticas, sí. Si os apasiona la perfección de las palabras y las frases confeccionadas al detalle, también. Flauvert decidió que cada frase de su novela fuera única e inigualable, que leerla en voz alta configurara una canción, y es por esto que esta novela brilla de una forma tan autónoma. Yo sí recomiendo su lectura, y de hecho este ejemplar se viene conmigo a un lugar especial: mi estantería.

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