Este relato nació de la necesidad de escapar de mi rutina hace cosa de veinte días, más o menos. Fue publicado en "L'as Cagao Lorrie Moore", en este enlace: https://lascagaolorriemoore.wordpress.com/2015/07/12/el-lobo-y-la-golondrina/
Espero que os guste y que sigáis leyendo mis cuatro tonterías por aquí. Pronto habrá sorpresas.
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La conocí por casualidad, una noche de verano. Se
posó en mi ventana mientras yo fumaba un cigarro y aullaba a la luna llena. Era
la más elegante golondrina que jamás había visto. Me sonrió y yo le saqué la
lengua. Le pregunté qué hacía allí, tan cerca de un hombre lobo. Me dijo que le
gustaban los hombres lobo. Le enseñé las garras, se rió.
Volvió a la siguiente luna llena, y a la siguiente y
a la siguiente. A la cuarta esperé toda la noche a que mi golondrina llegara,
pues me había enamorado de su sobriedad, de su saber hacer, de su forma de
volar. No me amas a mí, me dijo a la quinta luna, cuando volvió y le confesé mi
amor.
«En realidad lo que amas es la imagen que tienes de
mí. Me ves volar tras los barrotes de esa ventana y anhelas poder hacer lo
mismo. Ves mis negras plumas y crees que tu pelo no está al alcance de su
belleza. Pero si yo vine a verte no fue para que me amaras a mí, sino porque yo
te amaba a ti. Y no te amaba de verdad descubrí, sino que amaba tu forma de
amar. Oigo tus aullidos a la luna desde hace meses. Solo un alma que ama de
verdad puede emitir sonidos tan dolorosos y bellos a la vez, solo un alma que
ama de verdad no aprendió a mirar otra cosa aparte de su ser amado. Yo solo
represento las alas que deseas tener para poder llegar a ella.»
La golondrina se fue, dejándome allí, desolado.
Pensé que tendría que ser mía, pero yo no podía salir de allí. No siendo un
lobo. Miré a la luna y no aullé, le pedí que me dejara libre de su hechizo de
amor para poder volar con la golondrina.
Y entonces ocurrió: un humo perfumado entró por
entre los barrotes y me atrapó, convirtiéndome en otra cosa que no era un lobo.
Ahora tenía alas y seguía siendo peludo. Era un vampiro, un murciélago.
Atravesé los barrotes y volé a la búsqueda de mi golondrina, pero no la
encontré en ningún sitio.
Volví a aquella ventana cada luna llena durante
tanto tiempo que ni contarlo podía, anhelando la vuelta de mi golondrina, hasta
que una de aquellas noches un gato me cazó y la historia del lobo que primero
amaba a la luna y luego a una golondrina, y que se volvió murciélago para poder
volar, acabó.
Cuando llegué a la luna, ya siendo ánima sin cuerpo,
la obligué a decirme dónde estaba mi golondrina.
«Todos los deseos requieren un sacrificio. Mandé a
la golondrina para ver si de verdad me amabas y te enamoraste de ella. Me
pediste que te convirtiera en ser alado para con ella volar y el sacrificio fue
su vida. El sacrificio de mi deseo de saber si me amabas, mandándote a la
golondrina, fue perderte para siempre.»
Pero ahora me tienes aquí, le dije, para
siempre.
-FIN-
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