Sí,
soy yo. Soy yo quien te mira desde el otro extremo de la oficina,
como si nunca hubiera visto otra persona en el mundo, o como si sí
que lo hubiera hecho pero tú fueras la primera que realmente veo
desde aquella vez. Sí, es exactamente eso, y me das miedo porque mi
espalda está encorvada del peso que ya lleva. ¿Qué ocurrirá si te
digo “hola”? Quizás ni respondas. ¿Y si respondes con otro
“hola”? ¿Qué diré yo entonces? Quizás no sepa que decir.
He
inventado mil estratagemas e ideas para intentar acercarme a ti, pero
a veces incluso creo que soy yo mismo el que no quiere hacerlo.
Porque de querer, ya lo habría hecho, ¿no crees? Eso cree todo el
mundo. Yo no. Pienso que si no lo hago es porque tengo miedo. Siempre
he tenido miedo, ¿sabes? Y ahora mi principal miedo eres tú, porque
puedas ser aquella otra persona que una vez vi en este mundo, porque
quizás seas incluso mejor y, si no merecí aquello, ¿cómo voy a
merecerte a ti?