No
os voy a mentir: ni siquiera leí la sinopsis antes de empezar el
libro. La recomendación que me habían hecho era tan feroz que no
podía permitirme más estímulos antes de la propia experiencia. Los
autores noveles siempre buscamos empezar las historias con una frase
tan contundente que se pueda rememorar siempre, como hizo Nabokov en
Lolita, García Márquez en Cien años de soledad y
otros miles de ejemplos que se os puedan ocurrir; Ordesa
comienza así: «ojalá pudiera medirse el dolor humano con números
claros y no con palabras inciertas». Casi nada.
Antonio
Muñoz Molina describe Ordesa
de la siguiente manera: «es el álbum, el archivo, la memoria sin
mentira ni consuelo de una vida, de un tiempo, de una familia, de una
clase social condenada al mucho esfuerzo y al fruto escaso. […]
Hace falta mucha precisión para contar estas cosas, hace falta el
ácido, el cuchillo afilado, el alfiler exacto que pincha el globo de
la vanidad. Lo que queda al final es la limpia emoción de la verdad
y el desconsuelo de todo lo perdido.»
Manuel
Vilas hace un ejercicio de memoria, desde el dolor más atroz, y nos
regala una novela íntima, sobrecogedora, desgarradora en muchas
partes. El tiempo que le he dedicado a leerla se ha alargado porque,
por momentos, tenía que parar del daño que me hacía al mimetizarme
con sus vivencias y hacerlas mías. Con capítulos que se podrían
dar como ejemplos de prosa poética en las clases de literatura, como
es el caso del capítulo 28, con una serie de poemas destructores al
final, a modo de epílogo, y con frases de una sinceridad bruta,
Ordesa
es, sin duda, EL LIBRO -con mayúsculas- de 2018.
Ordesa
representa una ola de literatura que me gusta muchísimo: autores
consagrados, con un buen nombre en la literatura -que no
necesariamente en las ventas- y que, llegados a un punto, deciden
expiar todo el dolor que la vida les ha causado a través de una
novela. Lo hizo Antonio Muñoz Molina en Como
la sombra que se va,
y lo ha hecho Manuel Vilas en Ordesa.
Lo mejor de esta modalidad es que el autor se desnuda sin buscar
nada: escribe para sí mismo, para limpiar su alma de toda la
culpabilidad, de todas las desventuras, de todo el dolor que la ha
azotado. Me aventuro a decir que esta vertiente literaria va a ir en
crescendo y que, llegados a un punto, los grandes autores se verán
casi obligados por la historia a escribir sobre el dolor propio para
terminar la obra que empezaría, probablemente, desde la experiencia
personal, pues, como ya os habré comentado anteriormente,
prácticamente todos los escritores del mundo comienzan a escribir
basándose en su experiencia personal. Yo, por si acaso, ya me guardo
frases, pensamientos, locuras en una libreta y, si llega el día,
escribiré mi propia Ordesa.
Gracias,
Manuel Vilas, por regalarte a nosotros a través de tus letras, por
hacer de tu vida el mejor libro del año para muchos y, sobre todo,
por llenarnos el alma.
Y,
para acabar, os dejo un fragmento de lo que dijo Juan José Millas en
El País a propósito de Ordesa:
«todo esto era para decir que, además de los mencionados, hay
libros salvajes, como la lubina del Cantábrico, pura plata brillando
al sol que te duele cuando la pescas. Libros que lees boqueando, como
si acabaran de sacarte de la atmósfera, o que te arrastran a las
profundidades del océano. Libros como Ordesa,de
Manuel Vilas, al que Dios confunda por rompernos el alma.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario